Paisajes Invisibles

Paisajes Invisibles

Sólo el acto de resistencia resiste a la muerte,

sea bajo la forma de obra de arte,

sea bajo la forma de una lucha de los hombres.

Gilles Deleuze

La población del Sáhara Occidental está rodeada por un doble muro. Su exilio en los campamentos argelinos en Tindouf y las agresiones que sufren en su tierra ocupada por Marruecos no están marcados exclusivamente por el muro de adobe y minas que divide su tierra, sino, sobre todo, por el muro informativo que les rodea. Un muro invisible que impide dar a conocer una situación insostenible, hija de la colonización española y que desde hace 43 años divide un pueblo por la mitad y lo somete al olvido.

Este muro comunicativo impuesto desde Marruecos y sus aliados internacionales debe ayudarnos a entender que la opresión al Sáhara Occidental no solo afecta a las generaciones que sobreviven en el desierto argelino o bajo la ocupación marroquí, nos afecta a todxs al forzar el olvido de las culturas nómadas que componen la memoria de la cultura saharaui.

La violencia que el aislamiento del Sáhara Occidental ejerce contra la memoria de un pueblo vincula su causa a una lucha internacional (planetaria nos corregiría Carla Lonzi) contra el olvido de nuestra tradiciones y las relaciones con el territorio físico que habitamos, y contra el neoliberalismo, un sistema social, económico, político basado en la reducción de lo público, de los espacios, materiales y conocimientos comunes.

La situación del Sahara Occidental es un ejemplo radical del gran mal de nuestro tiempo: la expropiación y destrucción de los saberes que pueden empoderarnos, recobrando una relación común con la tierra que habitamos. Vivimos un proceso forzado de desterritorialización, en una caída libre que nos deja sin puntos de referencia, asideros culturales para reconducir nuestro camino.

En respuesta a estas realidades violentas y orientada a la recuperación de lo común, surge Paisajes Invisibles, como una incursión con metodología artística en la casuística antropológica del Sáhara Occiental. Desde los desarrollos de software libre hasta las luchas contra la privatización del agua, pasando por ejercicios de arquitecturas colectivas o iniciativas individuales dedicadas a recuperar la memoria de nuestro pasado siglo; desde líneas muy diferentes hay una búsqueda de las ‘plataformas técnicas’ necesarias para reconstruir los espacios de lo común, donde se enmarca este proyecto.

Paisajes Invisibles emprende el camino en 2015, en los IX Encuentros Internacionales de Arte y Derechos Humanos del Sahara Occidental (ARTifariti), en un momento de doble emergencia: por una parte la situación socio-política del Sáhara Occidental 40 años después y de unas lluvias catastróficas en los campamentos argelinos de Tindouf, que habían anegado y desdibujado este no lugar.

En este contexto y bajo estos condicionantes, se encontraron las artistas Saray Pérez Castilla(Burgos/Bilbao) y Ana María Lozano Rivera (Colombia) con intereses y planteamientos comunes: cartografías nómadas, derivas, paisajes sonoros, memoria histórica, pasado-presente-futuro del Sahara Occidental, deyars (“sabios”en lengua hassania”)… Esto confluyó en la construcción colectiva del proyecto Paisajes Invisibles, aunque desde el 2016 continúa de la mano de Pérez Castilla.

Desarrollándose en el contexto de los campamentos argelinos en Tindouf y en territorios liberados del Sáhara Occidental situándose desde estas líneas: la recuperación de una memoria al borde del olvido. Mediante la grabación de los conocimientos del paisajes pasado (habitado), presente y futuro que algunos de los sabios saharauis (los deyars) han querido compartir, siendo una actividad necesaria, fundamental para no olvidar una cultura al borde de la extinción. Ahondando en las cartografías sensibles de los sentidos, en especial en de la “audición” a través de la voz, alejándonos de la base del conocimiento occidental a través de lo visual, «de todo lo que se ve se conoce» e introduciéndonos a través del conocimiento afectivo de la voz en la memoria de sus sabios. La elección de trabajar con el sonido-voz no fue fortuita, ya que tenemos que pensar que el Sahara Occidental es una cultura de tradición oral.

El proyecto Paisajes Invisibles reside en el modo en que las artistas han ido planteando los diálogos con los deyars, su acercamiento a la información como un material poroso y sensible, un intento de desarrollar espacios de sensibilidad común, una necesidad de erotizar la vida cotidiana. En su último trabajo, el filosofo italiano Franco ‘Bifo’ Berardi, analiza el modo en que nuestra epidermis (nuestra estética, nuestra relación sensible con el mundo) se ha transformado a raíz de la aceleración del intercambio informativo. El desarrollo de una comunicación profundamente ‘técnica’, basada en códigos únicos, está sustituyendo una comunicación que parte del error, de la diferencia y la multiplicidad de sujetos parlantes. En un dialogo con diferentes códigos lingüísticos es necesario buscar apoyos sensibles, gestuales, matices, atender a los detalles y mirar lo que se pierde por el camino, desarrollar tiempos propios para el lenguaje.

Estas 42 derivas que se han llevado a cabo entre 2015 y 2017 se han realizado tanto en hasania como en castellano. Los encuentros han sido de una naturaleza muy diversa: astrólogxs, poetxs, cantantxs, deyars, nómadas, corredorxs de camellos… Generandose gran diversidad de encuentros mediante la narración libre; desde narraciones a trabes de canciones, poesías, ruidos, palabras, metáforas…. pero el formato idóneo de cada individuo para narrar su información, “su historia”.

El acierto de Paisajes Invisibles ha residido en pararse en estos detalles. Ha planteado un registro profundo de la memoria saharaui y un mapeo del territorio físico que ha sido recorrido por los nómadas durante siglos, pero a la hora de acercarse a los deyars se realiza un giro estético. Los encuentros están fundados en una mirada hacia los materiales, de este modo elementos que habitualmente suelen pasar desapercibidos —como la grabadora— toman importancia. Durante todo el proceso se han recorrido diferentes jaimas de los deyars utilizando únicamente una vieja grabadora de casetes. Este ejercicio anacrónico pretende salir del impulso ultratecnológico y buscar otros tiempos, otros modos de adecuar el cuerpo al lenguaje.

Parte fundamental del proceso es el acto de enterrar una copia de las grabaciones en una cápsula cerámica construida específicamente para este momento, objetos de gran delicadeza y fragilidad. Para marcar el lugar donde la cápsula de memoria queda plantada —en palabra de las artistas— construyen, junto a grupos de jóvenes saharauis, un pequeño montículo con piedras y cintas de colores, un instante de juego y placer visual y sensible. Es importante esta relación de la memoria y la escucha con el placer. Lo que está en el fondo de las inquietudes de Paisajes Invisibles es construir espacios de información común basados en el deseo. Crea, de este modo, cartografías sensibles con las que mirar nuestro paisaje, tanto el físico que nos rodea como el temporal. Estas comienzan a generar acepciones simbólicas en el territorio infertil de la emergencia «la hamada”(desierto- infierno donde nunca creció nada)

En este no lugar donde no creció nada, se han gestado 42 derivas afectivas y múltiples recorridos que nos dejan ver un paisaje visible, en el que comenzaron a brotar en el territorio manchas informales simbólicas, construyendo una cartografía pobladas por símbolos de la memoria que resisten al olvido.

Por supuesto el proceso no es un ejercicio reaccionario anti-tecnológico. Una segunda parte de Paisajes Invisibles es esta pagina web, donde se pueden recorrer las 42 derivas, escuchar las grabaciones de los deyars, ver y sentir las voces que componen este proyecto y mapear a través de vídeos y geolocalizaciones el territorio saharaui; derribando el muro informativo y bloqueando parte de la violencia virtual marroquí —son notables las campañas del gobierno de Marruecos en las que recluta jóvenes para hacer ataques políticos online por la “marroquinidad” y contra la identidad territorial saharaui—.

Entre las memorias y las amnesias se comienzan a vislumbrar los rastros de las estelas de la deriva. Como continentes a la deriva dentro de un espacio liquido, unos terrenos pasionales que vagan y se rechazan recíprocamente a causa de la aparición de unas tensiones afectivas desorientadas. Así como un sistema de islas donde se muestran los recorridos internos de las mismas y las memorias de estas islas donde te puedes sumergir en su totalidad. En estos nuevo espacios entre las presencias y las ausencias, se comienza a gestar un paisaje afectivo porque, como bien dice el geógrafo Eduardo Martinez Pisón parafraseando a Unamuno, hay necesidad de almacenar paisajes en el corazón, pero no cualquier paisaje, sino los que producen estados de conciencia.

Nuestra relación con el espacio, nuestro movimiento de distanciamiento y cercanía con el lugar donde situamos los pies y las tensiones que se crean con las construcciones digitales que habitamos, está en un momento de gran inestabilidad. La metáfora de la caída libre es totalmente acertada: nos faltan asideros y puntos de referencia, físicos y culturales, desarrollar plataformas desde donde proyectar otras formas de entender la información, los datos culturales que compartimos. Trabajos como Paisajes Invisibles se mueven en esta dirección, son la base de los futuros espacios mutantes que habitaremos.